Columna invitada

No contarás con la comodidad de mi silencio: #8M2020

Su voz sonó fuerte, tan fuerte que cimbró la conciencia nacional. Un México nuevo se está pariendo y una vez más, se lo debemos a las mujeres


Francisco Acosta

¡Ya basta! Fue el grito que resonó en todo México en la voz de miles y miles de mujeres que tomaron las calles y se hicieron visibles; hicieron visible que la violencia de género es un hecho recurrente y que ya están hartas de la desigualdad en las relaciones de género, del sistema patriarcal existente en nuestra nación y que ha derivado en conductas que las afectan, que afectan a las familias, al país todo.

Y la marea verde y morada avanzó no sólo en las avenidas de las más grandes ciudades mexicanas sino en la historia nacional al sembrar en la marcha 8M, en el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, la semilla del nuevo paradigma que debe regir la relación entre pares, que debe fructificar en el respeto y la tolerancia, en la libertad, en una vida en paz y sin violencia.

No es natural que 10 mujeres sean asesinadas cada día, no es normal que 2.3 de ellas sean privadas de la vida por el sólo hecho de ser mujeres, no es parte de la vida que seis de cada 10 mayores de 15 años hayan sido víctimas de violencia física, emocional, económica o sexual en algún momento de su vida, y que muchas sigan siendo agredidas cada amanecer, cada tarde, cada noche.

No es justo que sigamos negándoles justicia. No es racional que el hogar sea el lugar más peligroso para la mujer, que el agresor sea, en cinco de cada 10 eventos, la pareja, el novio, un familiar, el victimario.

El aumento de los feminicidios, la violencia sexual, el persistente acoso hacia las mujeres y la pobreza que crece, son los motores que movieron a esta gran marea a salir y manifestarse, y en este momento histórico muchas de ellas pudieron conocerse, compartir sus experiencias, hacerse una sola no sólo en las consignas coreadas sino en la sororidad, en la empatía cuando se padece por lo mismo: la violencia machista todavía arraigada, viva aunque caduca en miles de familias.

Sí, es hartazgo. Las historias sobre las víctimas de la violencia de género y hoy de la violencia feminicida llenan las páginas de los diarios y abundan en las redes sociales. Es un absurdo la sinrazón basada en la desigualdad, social, económica, laboral, escolar, política, comunitaria. 

Y en esta marcha en la que la presencia femenil se desbordó, en donde su fuerza se fundó no sólo en las 80 mil de ellas que cimbraron calles y avenidas de la Ciudad de México y otras miles en todo el territorio nacional, sino también en la creatividad de sus consignas, en su emoción de saberse una en todas, todas en una, en su voz y claro, en el enojo que también, se había mantenido en silencio, guardado, invisible.

“Ni una más, ni una más, ni una asesinada más. Si tocas a una, nos tocas a todas, No fue homicidio, fue feminicidio. Las niñas, marchando, también están luchando, Aborto sí, aborto no, eso lo decido yo. Somos las nietas de todas las brujas que nunca pudiste quemar. Amiga, hermana, si te pega no te ama. Quiero ser la siguiente. Vivas se las llevaron, vivas las queremos. No han muerto, las han asesinado. No te molestan las formas, te molesta nuestra voz”.

Sí, esta marcha, la del #8M2020, marcará un parteaguas en la historia del país, pues no busca redefinir o recomponer, reconstruir el paradigma que ha permeado las relaciones de género y que ha privilegiado por siempre al género masculino, es el cambio del mismo el que las impulsa, es la subversión de todo un modo de pensar y un orden social.

Será por ello que le dieron color y festividad, cantos y perfomances, que se unieron las niñas y las abuelas, las madres jóvenes y las jóvenes también, y también con ellas, muchos hombres que saben, que sabemos, que la razón les asiste sin duda alguna, pues no ha habido igualdad en las oportunidades, en el trato, justicia para ellas pues.

Es, lo tomo de escrito aparecido en un diario nacional, la agenda feminista la que se pone en la mesa, no una lucha más por conseguir espacios para algunas en una estructura sin cambios, como había venido sucediendo, Es la nueva generación de mujeres, jovencitas muchas, muchas de ellas, que se quiere vivas, libres, sin miedo.

Y mire que, en este tema tan sensible y delicado, tan de pensarse y repensarse, empezando porque reconozcamos, los hombres, que somos parte del problema, renació la esperanza de un cambio verdadero al verlas ahí, ganado y recuperando esos espacios, lugares, sitios en los que se gesta la vida cotidiana y que se han convertido en focos rojos para su seguridad, su integridad, su vida. 

En este momento de dolor y parto de un México diferente, verlas tan llenas de vida en un momento donde la muerte les acecha, donde el acoso en la comunidad, en los espacios escolares, laborales, es su pan de cada día, donde la impunidad en los crímenes cometidos contra de ellas impera, donde la justicia sigue siendo selectiva y se les revictimiza, le pusieron un “Ya basta” también al silencio.

Sí, a pesar del motivo que las llevó a las calles, nada pude opacar, ni siquiera los actos vandálicos que tuvieron lugar; vaya, ni esa bomba molotov que explotó a los pies de un contingente de granaderos en Palacio Nacional, esta histórica marcha de las mujeres.

Si ellas salieron el domingo y se hicieron escuchar, el lunes se guardaron y con ello lograron no sólo hacerse notar, sino estar presentes. Su voz sonó fuerte, tan fuerte que cimbró la conciencia nacional. Un México nuevo se está pariendo y una vez más, se lo debemos a las mujeres.

“No contarás con la comodidad de mi silencio, Somos la voz de las que ya no están”, sonó en una sola voz, la de ellas. Es tiempo de las mujeres.

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